Antecedentes
de la Real Botica: La salud y la vida son, por su condición
efímera, uno de los valores más preciados para el ser humano. Las primeras
noticias sobre boticarios que atendieron a los Reyes Españoles son escasas y
breves en el tiempo. Se tiene
información algo más precisa y continuada desde el Reinado de los Reyes
Católicos cuando, en fecha 20 de junio de 1475, nombran al boticario aragonés,
Maese Jaime Pascual, su boticario personal.
Maese Jaime Pascual
pertenecía al séquito de Fernando el Católico a quien venía sirviendo con
anterioridad a su matrimonio. A partir de esta fecha, su nombramiento tuvo
carácter vitalicio fijándole una asignación económica. Su actuación profesional
no se circunscribió sólo al servicio de las Reales Personas y su séquito,
también asumió la organización del servicio farmacéutico en los hospitales de
campaña establecidos en las conquistas de Málaga (1487) y de Granada (1492).
Esta misión de organizar los hospitales de campañas militares fue una de las
fun-ciones de los boticarios del Rey hasta el siglo XIX, en que se creó el
cuerpo de Farmacia Militar para cubrir un servicio asumido durante siglos por el
personal facultativo de la Real Botica.
La estancia de la Reina
Juana en Tordesillas (1509-1555), nos pone en contacto, a través de los cuatro
boticarios que la sirvieron, con las dos formas habituales de atención
farmacéutica a los Reyes Españoles: boticarios Reales y boticarios contratados.
Los boticarios Reales, Jaime Pascual (1509-1511), y Bartolomé de Castellón
(1511-1519), eran nombrados para el servicio exclusivo de la Reina y su Casa
con un sueldo asignado. Los boticarios contratados, Mateo Moreno (1519-1537), y
Cristóbal de Genova (1537-1555), eran profe-sionales establecidos en
Tordesillas con botica propia, a los que se contrataba para atender a la Reina
y sus criados. Periódicamente debían presentar las recetas dispensadas
—obligatoriamente prescritas por médicos del Real Servicio—, por los médicos de
Cámara, que compro-baban los datos consignados y la tasación; en caso de acepto
se abonaban, englobando este gasto dentro de los ordinarios de despensa ^.
El boticario de la Casa de
Sus Altezas tenía asignado un sueldo anual por la atención farmacéutica, y para
el abono de las preparaciones que se dispensaban se dispuso que, en cada ciudad
donde se fijase la residencia regia, el gobernador de la Casa nombraría
supervisor de las cuentas a un boticario privado al que se tomaba juramento de
que tasaría las medicinas, bien y fielmente^ para no agraviar a Sus Altezas ni
al boticario Real ^.
Fundación
de la Real Botica. Su actividad en el reinado de los Austrias: Tras
la instalación definitiva de la Corte en Madrid, en 1561, la asistencia
sanitaria se extendió a todo el personal del Real Servicio y a aquellos
particulares o instituciones a los que el Rey concedió derecho a médico y
botica. Por este motivo la Casa Real se dividía en cuarteles, y cada cuartel
tenía asignados dos médicos de familia y un cirujano ^. La asistencia
farmacéutica se estructuraba en dos ámbitos: la Botica del Rey y la Botica del
Común. La Botica del Rey, instalada
en el Alcázar, estaba destinada a dis-pensar medicamentos a la Familia Real.
Los boticarios encargados del servicio eran Juan de Arigón como boticario
principal, y Diego de Burgos como Ajaida. La Botica del Común, instalada en la
Villa de Madrid, de propiedad privada, era contratada para dispensar
medi-camentos a los criados Reales.
La Botica del Rey tenía que
constituir la botica del camino, compuesta por cofires acondicionados para
transportar simples y compuestos que se necesi-tarían en el desplazamiento.
Esta Botica estaba bajo la responsabilidad de un boticario del Real Servicio.
La diferencia entre el sistema romano y el salernitano consistía en que la base
de éste era decimal y la onza equivalía a un peso de nueve dracmas, mientras en
el romano era a ocho. Esta norma se ratificó en 1543, por Carlos V, que ordenó
al marcador real, Juan de Ayala, hacer las pesas de botica según las de Salerno
^^.Este sistema de pesas perdurará hasta 1591, cuando Felipe II ordene
restaurar el sistema ponderal romano. A principios de 1593 el Rey decidió
adoptar ese sistema de atención y se iniciaron los pre-parativos para implantar
la Real Botica. Su ubicación fue la Casa del Tesoro. La nueva botica constaba
de dos dependencias: una, para la que se aprovechó la instalación ya existente,
destinada a los me-dicamentos del Rey y su Familia; y otra, la de los oficios,
para atender a los criados de Casa y Cámara, cuyas instalaciones co-menzaron a
prepararse en la primavera de 1593.
La Real Botica dispondría de
100 ducados para el gasto ordinario, y, tanto éste como el extraordinario se
librarían por la despensa real. Las compras las haría el Boticario Mayor de
acuerdo con el médico de Cámara más antiguo; las hierbas medicinales se
traerían de la Casa de Campo, la Huerta de la Priora, y los jardines de
Palacio; en tiempo de rosas e hierbas se podría contratar otro peón. En lo
con-cerniente a utensilios e instrumentos, sería el Boticario Mayor el
encargado de reponerlos y mantenerlos, los de plata y oro debería en-cargarlos
al Guardajoyas, y los de cobre e hierro, el Bureo ^^.
Las medicinas de la botica
del común sólo podrían dispensarse por receta debidamente firmada por los
correspondientes médicos. También se aprueban las recetas de los cirujanos
reales: los cirujanos de familia podían recetar ungüentos, emplastos y aceites;
y los cirujanos del Rey también podían recetar purgas y jarabes.
Con fecha 3 de junio de
1647, apareció una nueva Instrucción del Frotomedicato para el buen gobierno de
la Real Botica: es la primera vez que se redactaron desde las instrucciones
fundacionales. En ella se determinó que la Real Botica debía estar compuesta
por un Boticario Mayor, cuatro ayudas, y cuatro mozos de oficio; se
especificaron sus cometidos y responsabilidades, y el funcionamiento general de
la Real Dependencia
Algunas
consideraciones sobre los boticarios mayores: La plantilla de la Real Botica estaba
constituida, como hemos visto, por boticarios examinados, a excepción de las
personas con-tratadas como peones. Compuesta, en un principio, por un boticario
jefe que se denominaba boticario mayor, le seguían dos categorías: ayudas y
mozos de oficio compuestas por un número variable de individuos, en función de
las necesidades de servicio en cada momento. El paso de una categoría a otra se
hacía por orden de antigüedad en la escala jerárquica, produciéndose, lo que en
los documentos aparece denominado como «ascenso regular». En los momentos de
reducción de plantilla no se cubrían vacantes hasta equilibrar el\ número de
individuos deseado.
Plantas
medicinales: ayer y hoy: A través de la historia, el ser humano ha
utilizado las plantas no sólo como un elemento alimentario, sino también, como
agente curativo. Esta tradición, que se remonta a los pobladores pre-colombinos
en la Isla, a pesar de que menguó por los avances médicos, ha crecido en
popularidad en épocas recientes gracias al resurgimiento de la medicina
natural. Durante el primer siglo de conquista y colonización, el español
utilizó y adoptó una serie de conocimientos, hábitos y técnicas propios del
indígena antillano, incluidos el uso de las plantas medicinales. No obstante,
los conquistadores también fueron incorporando a la flora isleña un sinnúmero
de plantas oriundas, tanto de la península Ibérica, como de otras partes del
mundo. La influencia indígena en la medicina popular se complementó con la
africana. Los negros provenían de diversos grupos poblacionales de Africa y
trajeron consigo su cultura y religión. Las plantas eran un factor importante
en los rituales religiosos. También, en muchas ocasiones, eran su única fuente
de medicina, ya que los conquistadores sólo proveían el cuidado médico mínimo. Durante
los primeros siglos de conquista, la medicina estaba reglamentada tanto por la
Corona española como por Iglesia Católica. Los pobres dependían mayormente de
la beneficencia pública y de hospitales municipales para atender sus problemas
de salud. Sin embargo, ante la escasez de médicos y la pobreza en la Isla, las
prácticas medicinales empleadas por los curanderos y por la población en
general, eran las más difundidas y utilizadas. Se curaban las bubas o pian de
los esclavos africanos con un cocimiento de sasarán o sasafrás (Sassafras
albidum), con guayacán o palo santo (Guaiacum officinale). Para tratar el pasmo
o tétano, se utilizaba fuego y zumo de tabaco (Nicotiana tabacum). El fruto del
pajuil (Anacardium occidentale) tiene depósitos de un líquido aceitoso que se
empleaba en el tratamiento de la lepra, las verrugas y los callos. Las
infusiones de yerba mora o mata de gallina (Solanum americanum) se utilizaban
para tratar la acidez gástrica, así como para calmar los síntomas del asma y
como sedante.
Las
hojas de achiote (Bixa orellana) se amortiguaban con aceite o grasa para
aliviar el dolor de cabeza y las hemorroides. Así también, las infusiones de
las hojas de achiote se empleaban para aliviar irritaciones e inflamaciones de
la garganta. El zumo de yerba bruja (Kalanchoe pinnatum) se usaba para aliviar
el dolor de oído y cicatrizar heridas y las hojas de café (Caffea arabica)
hervidas en agua contra el dolor y la inflamación, ya que es un analgésico
natural.
Estas
y muchas otras prácticas medicinales eran de conocimiento popular. En muchas
ocasiones, el uso de las plantas medicinales complementaba aspectos de la
religiosidad popular, como la santiguación (masajes o sobos con yerbas
medicinales acompañados de rezos) o los despojos (purificaciones espirituales).
Era muy común que las personas de escasos recursos recurrieran a santiguadoras
para resolver sus males físicos. No fue hasta mediados del siglo XVIII que la
Corona llevó a cabo los primeros esfuerzos por reglamentar la práctica de la
medicina en la Isla. Sin embargo, las medidas que tomaron permanecieron
prácticamente en papel, ya que resultaba casi imposible erradicar las prácticas
medicinales a las que recurría la mayor parte de la población. Más adelante, en
1839, el gobernador Miguel López de Baños emprendió una campaña contra los
curanderos y exigió a los médicos, cirujanos y farmacéuticos que se registraran
en la Secretaría del Gobierno. Más adelante también se prohibió el empleo de
medicamentos ajenos a la farmacopea española sin la debida notificación a un
farmacéutico. Las prácticas médicas fueron profesionalizándose mediante la
creación de gremios y la divulgación de reglas y libros especializados. Además
las farmacias o boticas fueron proliferando por toda la Isla. Sin embargo,
estos servicios no eran accesibles económicamente para gran parte de la
población puertorriqueña. Tras la Guerra Hispanoamericana, se establecieron
clínicas alrededor de la Isla, y se iniciaron proyectos para controlar la
tuberculosis, la malaria y la uncinariasis. Además, se llevaron a cabo campañas
de vacunación y de prevención de enfermedades, etc. Poco a poco, el pueblo fue
dejando a un lado los tratamientos caseros basados mayormente en plantas
medicinales.
No
obstante, estos métodos naturales no quedaron del todo en el olvido. La ciencia
moderna debe mucho al uso popular de las plantas medicinales. El conocimiento
empírico de estas plantas picó la curiosidad de muchos botánicos y otros
investigadores alrededor del mundo, lo que llevó a que se descubrieran las
sustancias químicas que se encontraban en las plantas responsables del alivio o
curación. Este conocimiento ha permitido que muchas farmacéuticas utilicen
sustancias químicas extraídas de plantas (o recreadas artificialmente) para
crear una gran variedad de medicamentos. En la actualidad, se ha popularizado
la medicina integral, es decir, que se complementa la medicina convencional con
la alternativa, la cual ha rescatado parte del conocimiento tradicional de la
medicina natural. Mientras en el pasado, las personas obtenían estas yerbas
directamente de la tierra, en el mundo contemporáneo visitan farmacias o
centros de salud naturista en los que tienen acceso a suplementos nutricionales
que contienen las sustancias naturales.
Produtos
tainos: Ellos utilizaban plantas como yerba santa, chamomile,
liana, canela, guaguasi, goaconax, palm cristi,. Usaban el guayacan y guayaco
para lesiones de piel.
El conocimiento de la
medicina natural viene por tradición oral. Mucho entendimiento de las
propiedades de las plantas y maneras de saneamiento tienen una asociación
Taína. Ejemplos de usos son numerosos, incluyendo el uso de hojas de calabaza
para el dolor de dientes e hinchazón, el jugo de la cepa del maguey como
antibiótico, y la hoja de guayaba para nausea. El tónico popular, mamajuana,
tiene ingredientes como el bejuco de indio que tiene propiedades energéticas y
estimulantes. Hay yerbalistas y curanderos en cada campo, pero también casi
todos los viejos saben algo de su propia experiencia con las plantas
medicinales. Los indígenas usaron igualmente el tabaco
por placer y para mitigar el cansancio del cuerpo en las largas caminatas que
frecuentemente hacían.