Acoso sexual/ prudencia

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Una alumna decidió buscarse unas prácticas en las que pudiera practicar algún idioma de los que estaba estudiando: francés o inglés. Después de recorrerse toda la ciudad sus ánimos decayeron, pero, aun así, lo siguió intentando en Vitoria, donde tenía un hermano viviendo. A los pocos días, recibió una llamada de una empresa telefónica de San Sebastián que estaba dispuesta a “contratarla” de prácticas.

La oferta sonaba maravillosa: entre semana ayudaría en la tienda que tenían en San Sebastián, a la que iban muchos extranjeros, y varios fines de semana ayudaría al comercial que asistía a ferias y congresos en España y Francia. Todo eso sin cobrar, claro está, pero no dejaba de ser un chollo también para ella.

Ella empezó a trabajar en julio. La chica a la que tenía que ayudar se había cogido baja por depresión (que resultaron ser unas vacaciones). Además, no había ningún tipo de contrato, pero ella no tenía nada mejor que hacer que rellenar su curriculum vitae.

Por suerte era julio y había poca clientela, así que dispuso de tiempo para entender el mundo de la telefonía y atender al público.

Eran muy pocos los extranjeros que se acercaban a la tienda, pero estaba aprendiendo a desenvolverse con facturas, contratos telefónicos, llamadas a proveedores, etc.

El primer fin de semana que el comercial, y jefe a la vez, iba de feria a Barcelona le dijo que no podía asistir, pero fue invitada para el fin de semana siguiente. Aunque trabajó un montón de horas para ella no dejaba de ser una buena experiencia.

El problema surgió mientras gestionaban con la agencia de viajes el tercer fin de semana de feria.

El jefe le comentó que la empresa no tenía mucho presupuesto para costearse dos habitaciones de hotel durante tantos fines de semana, así que, había encontrado una solución para que ella pudiera acompañarle. Consistía en una habitación con dos camas y dos lavabos, separado todo por un biombo grande.

Ella no desconfió de su jefe, pero a pesar de todo se lo comentó a su madre. Le aconsejó que no fuera, que buscara alguna excusa, pero pensó que las madres son siempre muy protectoras. No obstante, al día siguiente llamó a la agencia de viajes para preguntar por el nombre del hotel donde habían hecho la reserva.

Llamó al hotel y aquella habitación no existía. La reserva se había hecho el día anterior vía e-mail y la chica de la agencia de viajes especificó que era una habitación doble, pero de camas separadas.

Aquello la dejó un poco sorprendida y algo asustada. Seguidamente llamó a la agencia de viajes. No fue fácil la conversación ya que, si preguntaba demasiado y estaba equivocada, ¡menuda imagen dejaría de su jefe! Pero en la agencia tampoco tenían constancia de que fueran dos camas y no una.

Al día siguiente a primera hora de la jornada habló con el jefe. Le contó una excusa para justificar sus indagaciones sobre el hotel y le contó que en el hotel no había ninguna habitación como la que él había descrito. Él contestó que en la agencia de viajes se habrían olvidado.

Total, que, aunque no entendía muy bien todo aquello sospechó que había gato encerrado en aquella mentira. Intentó ser suave con la situación y le dijo directamente que lo dejaba, que en la agencia le habían dicho que él no había comentado nada de un biombo y que él no tenía por qué mentirle fuera por la razón que fuese.

La reacción del jefe fue bastante desagradable, tuvo que oír de todo, pero se mantuvo firme, y no volvió más

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