Crisis de valores
Aunque nos enseñen que
la honestidad es un comportamiento ideal deseable (y todos lo aceptamos como
algo cierto), la interpretación y el sentido que le damos en la práctica suele
variar de una persona a otra.
Estas diferencias se traducen
en actitudes e incoherencias muy concretas. Por ejemplo, ser honesto, entre
otras cosas, significa cumplir con todos los deberes dentro de una
organización, pero no es común que se asocie la impuntualidad injustificada con
la deshonestidad.
En las organizaciones
existe la tendencia a dar por sentado que todos sus integrantes conocen el
significado de un valor, pero su definición general no es suficiente para que
todos respondamos de la misma manera frente a situaciones con características
particulares.
Por ejemplo, hay un
consenso generalizado sobre los beneficios de trabajar en equipo. Es un valor
implícito en la naturaleza de una organización. Sin embargo, al mismo tiempo,
es uno de los comportamientos sobre el que existe más polémica.
El trabajo en equipo
no es algo que sucede automáticamente por el hecho de estar todos en un mismo
lugar. Poner en práctica de manera armoniosa este valor requiere de un esfuerzo
y un coraje individual muy especial. Por tal razón, los grandes equipos
trabajan y entrenan mucho para llega a ser así.
El sentimiento de
“crisis de valores” nos aborda cuando con frecuencia vemos a los integrantes de
nuestro equipo no poner en práctica los principios organizacionales que se
supone conocen, o exhiben comportamientos contrarios a los mismos.
Al sentir que no
remamos en la misma dirección se produce mucha tensión en la organización o
comunidad. Es lógico que así sea, porque todo nos cuesta más: ponernos de
acuerdo, actuar de manera coordinada y lograr los objetivos que nos planteamos.
Se ha vuelto un lugar
común dentro de las empresas hablar de valores como la excelencia, el liderazgo
o la innovación. Pero en la mayoría de los casos son sólo palabras o
intenciones generales. Los miembros de esas organizaciones no cuentan con suficiente
orientación para comprender lo que esos conceptos significan frente a sus retos
cotidianos.
Promover la excelencia
se puede convertir en algo difícil en organizaciones con jefes arbitrarios, y
la innovación no es fácil de asumir si con frecuencia se interponen argumentos
tales como “¿para qué cambiar si siempre lo hemos hecho así y aún funciona?”
Los ejemplos
anteriores son apenas algunas de las contradicciones que originan la sensación
de crisis de valores. Cuando la teoría y la práctica se contraponen
generan tensión, insatisfacción y crisis. En otras palabras, no es fácil
promover valores si en la cotidianidad prevalecen otros principios o
“anti-valores”.
Las crisis de valores,
creencias o principios se producen cuando su significado comienza a perder
sentido y utilidad práctica en asuntos concretos.
Los valores son producto de cambios y transformaciones
a lo largo de la historia. Surgen con un especial significado y cambian o
desaparecen en las distintas épocas. Por ejemplo, la virtud y la felicidad son
valores; pero no podríamos enseñar a las personas del mundo actual a ser
virtuosas según la concepción que tuvieron los griegos de la antigüedad. Es
precisamente el significado social que se atribuye a los valores uno de los
factores que influye para diferenciar los valores tradicionales, aquellos que
guiaron a la sociedad en el pasado, generalmente referidos a costumbres
culturales o principios religiosos, y los valores modernos, los que comparten
las personas de la sociedad actual.
¿Qué se entiende por valor?
Este concepto abarca contenidos y significados diferentes y ha sido abordado
desde diversas perspectivas y teorías. En sentido humanista, se entiende por
valor lo que hace que un hombre sea tal, sin lo cual perdería la humanidad o parte
de ella. El valor se refiere a una excelencia o a una perfección. Por ejemplo,
se considera un valor decir la verdad y ser honesto; ser sincero en vez de ser
falso; es más valioso trabajar que robar. La práctica del valor desarrolla la
humanidad de la persona, mientras que el contravalor lo despoja de esa cualidad
(Vásquez, 1999, p. 3). Desde un punto de vista socio-educativo, los valores son
considerados referentes, pautas o abstracciones que orientan el comportamiento
humano hacia la transformación social y la realización de la persona. Son guías
que dan determinada orientación a la conducta y a la vida de cada individuo y
de cada grupo social.
¿Cómo valora el ser humano?
¿Cómo expresa sus valoraciones? El proceso de valoración del ser humano incluye
una compleja serie de condiciones intelectuales y afectivas que suponen: la
toma de decisiones, la estimación y la actuación. Las personas valoran al
preferir, al estimar, al elegir unas cosas en lugar de otras, al formular metas
y propósitos personales. Las valoraciones se expresan mediante creencias,
intereses, sentimientos, convicciones, actitudes, juicios de valor y acciones.
Desde el punto de vista ético, la importancia del proceso de valoración deriva
de su fuerza orientadora en aras de una moral autónoma del ser humano.
¿Cómo se clasifican los valores? ¿Cuáles
tipos de valores existen?
No existe una ordenación deseable o clasificación única de los valores; las
jerarquías valorativas son cambiantes, fluctúan de acuerdo a las variaciones
del contexto. Múltiples han sido las tablas de valores propuestas.